El contenido de este blog es meramente metafórico y de recreación. Sin ánimo de ofender, ni de hablar en sentido estrictamente literal.

martes, 23 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 9

La patita por sobre todo


¿Cuál es la decisión que tomó al final el gatito? Optó por hacer lo que tanto odiaba de los demás... Ignorar las cosas malas, y sonreír. Porque la respuesta correcta no es enfocarse en las cosas buenas. Hay veces en las que todo va sobre ruedas: No hay cosas malas. Pero también existen momentos donde hay ausencia de cosas buenas. Así que todo lo que se tiene que hacer es ser feliz. Y para ello hay que ignorar la maldad de la gente, y de los gatos. No hay que verla, y así no existirá. Al principio el pobre gato pensó que eso era ineficiente. Totalmente reprochable. No tenía sentido. En vez de ignorar, como un conformista de lo peor, había que atacar el problema. Había que tratar de solucionarlo.
Pero pasaron los días y el gato se dio cuenta de la cruda realidad: La vida gatuna es injusta.
Así es, señores. La felicidad del gato dependía de la justicia, la paz, la armonía. Dependía de las aplicaciones de los valores que tanto él escuchaba en la escuela de gatos. Dependía de las cosas que él observara y le prestara atención. Cuando viera acciones buenas, como una gata acicalando a sus gatitos, estaba feliz y de buen humor. Pero cuando viera la crueldad humana, estaría triste, depresivo, y enfadado. De pésimo humor.
Esto no se ve incorrecto, ¿cierto? Al gatito le pareció buena la idea. Él tenía por seguro que todos los gatos y la gente lo sabían, y que actuarían esperando lo mismo que él: La paz, la justicia y la armonía. Pero oh. Sorpresa. La vida gatuna no se parece en nada a lo que se enseña en la escuela para gatos. En nada.
Así que, después de noches en vela, después de tantos llantos y tantas afectaciones a su salud y a su integridad gatuna (que todos sabemos, es sagrada), se dio por vencido. Y casi muere en el intento.
No se asusten compañeros. Hay buenas noticias. Después de la tormenta viene la calma, y el gatito encontró el camino. Gracias a Dios.
Ninguna vida se debe de desperdiciar. Ni mucho menos la de un gato. Hagan sus ilusiones realidad. Y si no pueden, tan sólo no le mientan ni le hagan ilusiones. Los gatos tienen sentimientos. Y tienen mucho más profundos que nosotros. Yo sólo intento darle voz.
Pero a lo que estábamos. El gato volvió a ser feliz. Pero no por motivación. Sino por resignación. Se dio cuenta que esperaba que algo fuera "perfecto" en su casa, en su escuela, con sus amigos, con las autoridades. Pero eso nunca iba a poder ser cierto. Nunca.
Dejó de esperar que la gente fuera buena, y él se volvió gente.
Se cansó de esperar que los gatos convivieran como gatos. Y se resignó a vivir como humano...


La perfección se perdió con el último maullido.




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