El contenido de este blog es meramente metafórico y de recreación. Sin ánimo de ofender, ni de hablar en sentido estrictamente literal.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 3

Hoy vi a un gato


El gato lloraba. ¡Estaba llorando! Sentí su impotencia. Sentí su dolor.
Sentí lo mismo que él. No estaba solo.
Todos los gatos han sentido alguna vez eso, la soledad. Y no es que esté mal, pero no están solos. Y es lo que no entienden. Los gatos no son solitarios por naturaleza. Les aterra. Pero les es muy difícil poder relacionarse entre sí.
Imagínenlos como un adolescente. Dudando de todo. Con crisis existenciales. Cuestionando la autoridad. Así son ellos. Así viven ellos.
Hoy vi a un gato. Lo sentí en mi piel. En mi médula, en mi mente, en mis manos y en mis pies. Me sentí en su pelaje, y me ericé. Me sentí pesado. El miedo inundó mi sangre y lo sentí subir y bajar, tocando cada punto de cada poro.
Los gatos no están solos. No lo están. Están con todos. Están en todos.
Sí, señores. Hoy vi a un gato. Y eso significa que hay esperanza. Que existe una luz al final del camino. ¡¡¡Que existo!!!
Sí, no lo niego. Hoy vi a un gato. Un gato, que por fin supo, en el fondo de su corazón, que no estaba solo.

Y esa era la razón de que rompiera en llanto.



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