El contenido de este blog es meramente metafórico y de recreación. Sin ánimo de ofender, ni de hablar en sentido estrictamente literal.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 1

Un día normal



La reflexión de la vida de un gato es amplia. Es increíblemente amplia. Hay de todo tipo de opiniones por algo. Y no es una sorpresa.
Hay quien dice que los gatos son fríos, indiferentes, solitarios, y que sólo te quieren por la comida. Y estoy en desacuerdo con eso.
Hay quien dice que los gatos son lo más tierno del mundo, y que se tienen que cuidar porque responden con mucho cariño. Y también estoy en desacuerdo con eso.
Ser un gato va más allá de ser bueno o malo. De comer o dormir. Ellos saben algo que no todos saben. Son animales, como nosotros. Buscan algo. Tienen aspiraciones y metas. Pero... ¿Quién puede juzgarlos teniendo tal atadura terrenal? Se sienten reprimidos, porque tienen que resignarse a vivir como todos los conocemos, comiendo y durmiendo.
Eso tiene que acabar. Los gatos tienen que despertar, salir. Tienen que hacer valer aquello que saben. Aquello que ni tu ni yo algún día entenderemos. Aquello que los hace gatos. Aquello que los hacen libres.
He visto muchas opiniones de dueños sobre sus gatos, pero todos concuerdan en algo. Les desconcierta no saber el por qué estos animales se quedan viendo fijamente a un punto vago. Y ni yo tengo la respuesta. Y es que los gatos son místicos. Es que los gatos son rituales. Antiguos y misteriosos rituales. Cuando el gran artista argentino René Lavand reproducía esa cita en su asombroso juego de "No se puede hacer más lento", yo claramente veía una descripción de un gato. Claramente pude verlo en su mirada. Y en la de las demás personas.

Claramente, todos llevamos un gato dentro. Depende de nosotros alcanzar ese conocimiento que ellos no pueden aprovechar.





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