El contenido de este blog es meramente metafórico y de recreación. Sin ánimo de ofender, ni de hablar en sentido estrictamente literal.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 12

Suspiros que cansan.


No lo soporto más. Ya no puedo. Estoy harto de escuchar el llanto de gatos en mis oídos. No puedo permitir más el escuchar su sufrimiento sin poder hacer nada. ¡¡Están llorando!!

Hay una impotencia que me consume. Es tan injusto el hecho de que tengan que sentir eso en silencio. Casi parece una crueldad de la naturaleza.

Se me revuelve el estómago de pensar que si los gatos viven con nosotros, sientan eso sin que nos demos cuenta. No es algo normal.

Duele. Duele demasiado. Es indescriptible por lo que tienen que pasar. Simplemente no es algo que se soportaría.

Ya me cansé de saber todos los días eso. De que hablen conmigo, y me pidan a gritos ayuda. No puedo hacer nada... ¡¡No soy un gato!!

¿Pero qué me dicen? Si nunca nos ha importado, ¿Verdad? Como si fuera la primera vez que vemos lo que sucede.

Amigos. Compañeros. Colegas. Esta es una llamada de auxilio. Los gatitos lloran juntos. Sufren juntos. Están padeciendo juntos. Es ya urgente. Ellos... ¡Están amando!

Hay que darles descanso de una vez. Paren de ignorarlos. ¡Ellos aman!

Y el sufrimiento que tienen no se compara al de ninguno al que haya conocido. Sencillamente no se puede comparar.

Gracias y buenas noches.



domingo, 2 de noviembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 11

Conversación con un gato.


[02/11/2014, 12:17 pm] Gerardo: -No te dejare ir nunca...
-Oh, neko-san, es usted tan...
-Shhhh... - le pone la patita derecha en la boca y después la aprieta contra sí - sólo quédate conmigo
Y la gatita, sintiendo su pelaje calido, sólo responde:
-Purrrrr
[02/11/2014, 12:25 pm] Gerardo: -¿Nos imaginaste así, aquí y ahora?
-La verdad no, pero... Ya no puedo imaginarnos sin estar así
-Lo se...
El gatito se acerca y se acomoda a su lado, frotando su colita juguetonamente a la suya, y la gatita se estremece.
-Tengo frío, y hambre, y sueño
-Si tienes hambre te alimentaré, si tienes frío te cubriré, y si tienes sueño... Dormiré contigo.
Cerró los ojos, y relajó sus latidos.
Ambos quedaron profundamente dormidos, y perdiendo la noción del mundo, maullaron al mismo tiempo en sus sueños



lunes, 6 de octubre de 2014

Diario de un gato incomprendido 10

El gato fantasma.


En la penumbra de la habitación, el pobre hombre estaba recargado en la cómoda. No entiendo el por qué. Nunca lo he entendido. Las personas que viven aquí son muy extrañas. Yo que vivo con ellos apenas comprendo lo que me tratan de decir. Aun así soy muy agradecido. Desde que me recogieron de la calle siempre he estado caliente, y no he pasado hambre. La casa es acogedora. Es pequeña pero vivimos cuatro personas y yo. Es de un color que nunca había visto, un color que no logro distinguir. Pero es lindo y brillante. Me gusta.
Cuando mis garras pisaron por primera vez el mueble de la sala, me sentí muy eufórico. Quería saltar y saltar. Ahí fue mi primer dolor. El líder de la familia lo llama “castigo”, pero mis bigotes sienten injusticia. Yo no tuve la culpa que la tela se rasgara, yo no la tuve…
La cocina es amplia, y la gran madre de la familia se la pasa dentro. De vez en cuando me invita a pasar, pero no me hace mucho caso. Trato de llamar su atención haciendo ruido, y cuando lo hago me abraza. Me acaricia y le hace algo a mi estómago que me vuelve loco. Y cuando le maúllo por mucho tiempo, incluso me da comida extra a la que siempre encuentro en el plato. Sin dudas ella nunca superará a la otra gran madre de la casa…
En el piso de arriba hay habitaciones muy diferentes. Mis frágiles patitas no soportan el lidiar con las escaleras, así que sólo subo cuando me llevan cargando. Casi siempre es el hijo menor, el de cabello rizado, el que me lleva a su cuarto. Es de un color azul y tiene muchas imágenes de humanos disfrazados. Aunque yo nunca he visto a uno, ni cuando salgo a pasear. El niño, de nombre gracioso, es muy bueno conmigo. Le gusta ponerme en una plataforma elevada y mirar todo el rato a un aparato raro, que sostiene frente a él. A veces doy vueltas tratando de bajar y él se ríe. Me gusta hacer a la gente feliz.
La hija casi no me hace caso. Sólo sonidos raros de vez en cuando a verme, pero nunca me ha dado comida, ni sacado a pasear, ni me ha dejado dormir en ella. Es algo que no me gusta de ella. Tampoco puedo explorar en su territorio, inmediatamente me saca y coloca una gran barrera de madera. Creía que sólo ella la usaba, pero no pasó mucho antes de darme cuenta que están en toda la casa. Y ellos desaparecen tras esas barreras malas. A veces temo que no vuelvan…
Creo que les sucede algo cuando las usan. Salen muy felices en unas ocasiones, y muy enojados en otras. Quizá hablen con alguien. Quizá vayan a algún lugar. Quizá tengan otra vida, con un gato que no rasga los muebles, ni tira la comida al suelo, ni entra en habitaciones sin permiso. Pero, siempre que logro entrar, siempre veo lo mismo.
El líder de la familia hoy salió enojado en la mañana, por ejemplo. Lo intenté detener antes de quitar la barrera por la que llegué por primera vez, pero no me hizo caso. Yo sé que él no es enojón. Es muy serio, pero no enojón. Y me preocupa. De la desesperación incluso le ronroneé cuando volvió, pero eso lo empeoró. Me empujó al centro de la cocina, y se fue. No me gusta que me empujen, me hacen sentir que no los ayudo. Y probablemente sea así.

Hoy tampoco vi a la otra gran madre, la que no vive aquí.

Continuará...




martes, 23 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 9

La patita por sobre todo


¿Cuál es la decisión que tomó al final el gatito? Optó por hacer lo que tanto odiaba de los demás... Ignorar las cosas malas, y sonreír. Porque la respuesta correcta no es enfocarse en las cosas buenas. Hay veces en las que todo va sobre ruedas: No hay cosas malas. Pero también existen momentos donde hay ausencia de cosas buenas. Así que todo lo que se tiene que hacer es ser feliz. Y para ello hay que ignorar la maldad de la gente, y de los gatos. No hay que verla, y así no existirá. Al principio el pobre gato pensó que eso era ineficiente. Totalmente reprochable. No tenía sentido. En vez de ignorar, como un conformista de lo peor, había que atacar el problema. Había que tratar de solucionarlo.
Pero pasaron los días y el gato se dio cuenta de la cruda realidad: La vida gatuna es injusta.
Así es, señores. La felicidad del gato dependía de la justicia, la paz, la armonía. Dependía de las aplicaciones de los valores que tanto él escuchaba en la escuela de gatos. Dependía de las cosas que él observara y le prestara atención. Cuando viera acciones buenas, como una gata acicalando a sus gatitos, estaba feliz y de buen humor. Pero cuando viera la crueldad humana, estaría triste, depresivo, y enfadado. De pésimo humor.
Esto no se ve incorrecto, ¿cierto? Al gatito le pareció buena la idea. Él tenía por seguro que todos los gatos y la gente lo sabían, y que actuarían esperando lo mismo que él: La paz, la justicia y la armonía. Pero oh. Sorpresa. La vida gatuna no se parece en nada a lo que se enseña en la escuela para gatos. En nada.
Así que, después de noches en vela, después de tantos llantos y tantas afectaciones a su salud y a su integridad gatuna (que todos sabemos, es sagrada), se dio por vencido. Y casi muere en el intento.
No se asusten compañeros. Hay buenas noticias. Después de la tormenta viene la calma, y el gatito encontró el camino. Gracias a Dios.
Ninguna vida se debe de desperdiciar. Ni mucho menos la de un gato. Hagan sus ilusiones realidad. Y si no pueden, tan sólo no le mientan ni le hagan ilusiones. Los gatos tienen sentimientos. Y tienen mucho más profundos que nosotros. Yo sólo intento darle voz.
Pero a lo que estábamos. El gato volvió a ser feliz. Pero no por motivación. Sino por resignación. Se dio cuenta que esperaba que algo fuera "perfecto" en su casa, en su escuela, con sus amigos, con las autoridades. Pero eso nunca iba a poder ser cierto. Nunca.
Dejó de esperar que la gente fuera buena, y él se volvió gente.
Se cansó de esperar que los gatos convivieran como gatos. Y se resignó a vivir como humano...


La perfección se perdió con el último maullido.




jueves, 18 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 8

Poema a la gatita


Eres como el agua
que refleja la alegría.
Eres el cristal
que ilumina mi vida.
Eres la princesa
cuyos labios de cereza
me llevan a la locura
y mi cura... Tu ternura.








sábado, 13 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 6

Pensamientos


¿Habrá alguna receta para crear al gato perfecto? ¿Algún entrenamiento especifico? ¿Alguna comida? ¿Algún gesto de cariño en particular?
La respuesta es sencilla. No hay una. Dejen de pensar en el gato como un simple animal. Puede ser mejor por sí mismo. Puede alcanzar el éxito por si mismo.
Se dice que un perro, un delfín, o cualquier animal no puede hacer nada sin ayuda. Incluso nosotros no podemos. ¿Por qué pensar que un gato sí?
Oh sorpresa. LOS GATOS PUEDEN.
Y si no me creen los reto a observar a un gato 24 horas. Las personas creen que son flojos, que duermen mucho. Lo que no saben es que a lo mucho duermen 6 horas al día entre siestas. Menos que nosotros.
Pude comprobarlo. Yo ya los he observado. ¿Acaso no son adorables?
Pueden creerme, pueden no hacerlo. Pero lo cierto es que lo que le hace falta a los gatos, es tener más pelo, más libertad, y más comida. Y con eso, lo tienen todo.
Ahora sólo me queda una pregunta...
¿Qué motiva a un gato?



martes, 9 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 5

Tiempo después...


La vida de un gato es mucho menor que la de una persona. Es algo obvio. Un gato tiene muchos más anhelos en el tiempo en que apenas cursas secundaria. Un gato ya realizó su vida cuando tu apenas asumes la tuya. Esto suponiendo que hayan nacido juntos.
Eso no es obra de la casualidad. Una persona está destinada a vivir con cuatro generaciones de gatos. Y no podría ser más feliz.
Creo que no es secreta mi adicción por los gatos. Son mi inspiración. Mi manera de vivir.
Sería un mentiroso si dijera lo contrario. Amo a los gatos. Ahora saben algo más de mí.
Pero eso no acaba ahí. Resulta que los gatos pueden amar. En serio. ¡¡Pueden amar!!
Lo vi con mis propios ojos. Gatitos ayudándose entre sí. Mostrándose las señales del comienzo del amor. Y no sólo familiar, sino de gatos. Un amor peludo y sincero.
Pero qué envidia me dio. Quise poder amar como un gato. Las ganas me carcomían noche y día. No podía pegar el ojo por aprender a hacer eso. Amar como un gato.
La respuesta llegó. La cruel y dura verdad tocó a mi puerta. Yo ni en mil vidas podré saber lo que se siente ser un gato...



Tiempo después... lo sentí.



domingo, 7 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 4

La verdad sobre las cosas


Nadie puede juzgar a un gato. Porque la verdad es que no somos superiores a ellos.
No podemos juzgarnos entre nosotros, porque nadie es superior a otro.
Todos hablan del juicio como algo propio de la autoridad. De la superioridad. O de la divinidad.
Patrañas.
Una persona de clase baja, un gato e incluso un insecto es perfectamente capaz de juzgar a un líder, a un rico o a un comandante. La justicia no depende de nadie. Pero eso tampoco da derecho a cualquiera de hacerlo.
Lo importante en una sociedad gatuna ideal sería la educación del juicio moral. Algo complicado, sí, pero no imposible. Los gatos deben saber la diferencia entre lo bueno y lo malo.
Si tu ves a un gato arañando un mueble, puedes castigarle. ¿No? ¿Entonces por qué no puede castigarte si te ve llegar tarde y no darle de cenar? ¿No parece una injusticia?
Mi propósito es darle voz a quienes sólo pueden maullar. Entiendan. Todos tienen sentimientos. Pero los gatos son sensibles. Siempre lo han sido.
Un gato no vive salvaje hasta que lo adoptes. Un gato te busca. Te invade. Y aunque nunca te hayan gustado, o no quieras a ese gato, será tu mascota. Así funciona la vida.
No quieras explicar nada.
Por favor.



sábado, 6 de septiembre de 2014

Diario de un gato incomprendido 3

Hoy vi a un gato


El gato lloraba. ¡Estaba llorando! Sentí su impotencia. Sentí su dolor.
Sentí lo mismo que él. No estaba solo.
Todos los gatos han sentido alguna vez eso, la soledad. Y no es que esté mal, pero no están solos. Y es lo que no entienden. Los gatos no son solitarios por naturaleza. Les aterra. Pero les es muy difícil poder relacionarse entre sí.
Imagínenlos como un adolescente. Dudando de todo. Con crisis existenciales. Cuestionando la autoridad. Así son ellos. Así viven ellos.
Hoy vi a un gato. Lo sentí en mi piel. En mi médula, en mi mente, en mis manos y en mis pies. Me sentí en su pelaje, y me ericé. Me sentí pesado. El miedo inundó mi sangre y lo sentí subir y bajar, tocando cada punto de cada poro.
Los gatos no están solos. No lo están. Están con todos. Están en todos.
Sí, señores. Hoy vi a un gato. Y eso significa que hay esperanza. Que existe una luz al final del camino. ¡¡¡Que existo!!!
Sí, no lo niego. Hoy vi a un gato. Un gato, que por fin supo, en el fondo de su corazón, que no estaba solo.

Y esa era la razón de que rompiera en llanto.



Diario de un gato incomprendido 2

La espera.



No parece ser aquél abril cuando vi por primera vez a los ojos a un gato. Donde todos veían rareza, yo vi belleza. Donde todos veían algo común, yo vi algo extraordinario.
No se por donde empezar. Ni donde acabaré. ¿Es esto una obsesión por los gatos?

No.

Es la verdad. Es algo que yo sé. Los gatetes son únicos, y lo puedo demostrar. Sólo pon uno en tus manos, y lo sabrás. No es un instinto maternal, es algo más. No sientes ternura, sientes admiración. Son sublimes. Son casi sagrados. Son animales sabios.
Un gato tiene muchas facetas. Se mantiene con la de perezoso porque si se mueve, cambia el mundo. O no. No más.
Ha perdido su marco de acción. Se quedó rezagado ante los humanos. Los gatos ahora maullan toda la noche anhelando surgir de las tinieblas de la sociedad cruel para establecer su bondad pura y difundirla a todo el mundo. Pero ahí quedan. En la esquina de la casa. En la base de la pared. En las calles. En los albergues. En los coches y en ningún lugar...

Y es ahí, donde son felices.



Diario de un gato incomprendido 1

Un día normal



La reflexión de la vida de un gato es amplia. Es increíblemente amplia. Hay de todo tipo de opiniones por algo. Y no es una sorpresa.
Hay quien dice que los gatos son fríos, indiferentes, solitarios, y que sólo te quieren por la comida. Y estoy en desacuerdo con eso.
Hay quien dice que los gatos son lo más tierno del mundo, y que se tienen que cuidar porque responden con mucho cariño. Y también estoy en desacuerdo con eso.
Ser un gato va más allá de ser bueno o malo. De comer o dormir. Ellos saben algo que no todos saben. Son animales, como nosotros. Buscan algo. Tienen aspiraciones y metas. Pero... ¿Quién puede juzgarlos teniendo tal atadura terrenal? Se sienten reprimidos, porque tienen que resignarse a vivir como todos los conocemos, comiendo y durmiendo.
Eso tiene que acabar. Los gatos tienen que despertar, salir. Tienen que hacer valer aquello que saben. Aquello que ni tu ni yo algún día entenderemos. Aquello que los hace gatos. Aquello que los hacen libres.
He visto muchas opiniones de dueños sobre sus gatos, pero todos concuerdan en algo. Les desconcierta no saber el por qué estos animales se quedan viendo fijamente a un punto vago. Y ni yo tengo la respuesta. Y es que los gatos son místicos. Es que los gatos son rituales. Antiguos y misteriosos rituales. Cuando el gran artista argentino René Lavand reproducía esa cita en su asombroso juego de "No se puede hacer más lento", yo claramente veía una descripción de un gato. Claramente pude verlo en su mirada. Y en la de las demás personas.

Claramente, todos llevamos un gato dentro. Depende de nosotros alcanzar ese conocimiento que ellos no pueden aprovechar.